viernes, 23 de octubre de 2015

Un fin de semana electoral en África.

Tres países africanos tienen cita con las urnas durante este fin de semana: Tanzania, Costa de Marfil y Congo Brazzaville. Contrariamente a lo que suele ocurrir en los países occidentales donde la participación es escasa, en África, las elecciones están tomadas en serio y se pasan en medio de una efervescencia general en todos los sentidos. Queda saber si los africanos responden a la convocatoria con un sentido del deber o si, en algunos casos, van porque se les dicen de ir, a veces sin saber bien de que va el tema.
Hace unos años me encontraba en un rincón de algún país, completamente alejado de la capital. Allí a penas llega la onda de la radio nacional y nunca llega la señal de la televisión. Era el día del referendum para validar o rechazar la nueva Constitución que permitía al presidente seguir en el cargo. Pasé semanas buscando el texto de la Constitución y el día de las urnas llegó sin que hubiera conseguido leer el texto en cuestión. Entonces pregunté a algunos campesinos lo que significaba para ellos aquella convocatoria y me respondieron que les habían dicho que la mejor opción era el sí y que en el caso contrario, habría guerra en el país. Aquel día entendí que la participación masiva en las urnas era seguramente un acto legal y voluntario pero no significaba necesariamente democracia. La democracia es todo un sistema, un proceso, un ejercicio de derechos pero es ante todo un cambio de mentalidad y una práctica que supone haber ganado terreno a la ignorancia y al desconocimiento.
Tanzanía es uno de los países africanos con una trayectoria intachable de democracia. Desde que el padre de la independencia, Julius Nyerere aceptó dejar el poder en 1986, el país ha conocido una alternancia pacífica. En 1995, se celebraron las primeras elecciones con diversos partidos políticos sin que el país se viera afectado por una inestabilidad post electoral. Desde entonces, los presidentes se suceden en la magistratura suprema con toda normalidad. Tanzania es considerado uno de los países más tranquilos desde la independencia y su democracia tiende a ser un modelo sobre el continente. Los países vecinos aprenderían mucho de la sabiduría del país que define su sistema político como un socialismo africano.
Costa de Marfil es otro caso mucho más complejo. Durante mucho tiempo estuvo dirigido por Feliz Houphouet Boigny que muchos consideraban como un dictador con rostro humano. Como suele pasar en los casos de los reinos longevos, los herederos no supieron salvaguardar la misma paz y tranquilidad. Los intentos de democracia se frustraron en golpes de Estado y una fractura del país. En 2011, los resultados de las elecciones custodiadas por la Comunidad Internacional acabaron en un baño de sangre. El presidente actual Alassana Ouatarra, dado por ganador por la Comunidad Internacional y por perdedor por el entonces presidente Bagbo, llegó al palacio presidencial saltando los cadáveres. Este fin de semana será un desafío aunque todo indica que el presidente actual ganará sin dificultades ya que su anterior adversario se encuentra encarcelado en la Haya y su partido divido en trozos.
El caso de Congo Brazzaville parece a muchos otros casos donde se utiliza al pueblo para legitimar un diseño previo. El presidente Sassou Nguesso llegó al poder por primera vez con un golpe de Estado en 1979. Dirigió el país durante 12 años hasta 1991. El país entró entonces en una era de democracia pluralista. En 1997, Sassou volvió a hacer un golpe de Estado expulsando al presidente elegido por el pueblo, Pascal Lissouba. Diez ocho años después, es el hombre fuerte del Congo. Si sumamos los años anteriores, encontraremos que el general Sassou Nguesso lleva 30 años en el poder. Ahora, quiere cambiar la constitución para seguir ejerciendo la magistratura suprema. El referendum sobre la constitución de este fin de semana es un caso típico de movilización ciudadana bajo el nombre de democracia para legitimar las mismas políticas impidiendo así otra posible experiencia.
En los países donde los instrumentos democráticos están flojos, la limitación de los mandatos sirve para que el pueblo pueda experimentar una alternancia en el poder y otro tipo de proyectos. De otra manera, resulta imposible desbancar al que ya se encuentra arraigado en el poder y con todos los medios estatales en su ayuda.

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